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Pedro, el lobo y una crisis energética sin precedentes

17 Mar, 2022

En el cuento de Pedro y el lobo que a muchos nos contaron de niños nos enseñaban cómo, tras numerosas alarmas que siempre eran falsas, un día finalmente llegaba el lobo y se comía las ovejas de Pedro.

Con la crisis energética sin precedentes que viven Europa y todos sus ciudadanos ha pasado algo similar: analistas y gobiernos -España con un papel abanderado entre ellos- llevan años advirtiendo del peligro que supone depender de los combustibles fósiles procedentes de fuera de las fronteras comunitarias y, a su vez, de la necesidad de ampliar unas interconexiones que impulsen un sistema energético común. Ahora ha llegado el lobo y Bruselas quiere cambiar el mapa energético que nos ha traído hasta aquí, rompiendo la dependencia del gas ruso para 2030.

Sería injusto decir que no se han dado pasos ya en esa dirección, a fin de acelerar la irrenunciable transición energética hacia un nuevo modelo económico sin carbono: el Green Deal europeo ha marcado un antes y un después, como también, a nivel nacional, la hoja de ruta que supone el PNIEC. Sin embargo, empezamos tarde y sin todos los recursos necesarios, por lo que la transición está yendo más despacio de lo deseable y nos enfrentamos a la mayor crisis energética que recordamos con cuellos de botella e impedimentos administrativos.

¿Cuál es la solución? Sin duda, las renovables. No son parte de la solución. Son la solución: lograr un mix energético en el que las renovables desplacen la entrada del gas importado, y en el que exista una capacidad de almacenamiento suficiente que permita resolver la intermitencia de las fuentes de energía limpias. Todo ello, reforzado con una apuesta clara por el hidrógeno verde, que podría permitir además a España convertirse en corazón energético de Europa, una oportunidad histórica para nuestro país desde un punto de vista estratégico.

Pero para ello, tenemos que pisar aún más el acelerador. Compañías como Statkraft, que trabajan por ser motor de la economía verde en España, se encuentran con procesos administrativos largos y farragosos que no hacen más que poner palos en las ruedas de esta transición. La actual legislación nos marca estrictos plazos administrativos para conectar las plantas renovables, pero las solicitudes de autorizaciones quedan enterradas durante meses entre cientos de peticiones, atándonos las manos para acelerar la conexión de nueva capacidad renovable. 

En este sentido, es imprescindible, para lograr ser energéticamente independientes, que los proyectos renovables obtengan el permiso para iniciar su construcción en plazos mucho más cortos que los actuales 37 meses y que los procesos de conexión sean más flexibles. Todo, con el objetivo de acelerar cuanto se pueda la transformación definitiva de nuestro mix energético.

Y todo ello hay que hacerlo velando en todo momento por que solo aquellos proyectos medioambiental, social y económicamente excelentes sean los que salgan adelante. No podemos perder tampoco ese foco, ni a nivel nacional ni autonómico, tanto para aquellos proyectos que superan los 50 MW -dependientes del MITECO- como para aquellos de menor capacidad -gestionados por las administraciones autonómicas-.

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¿Cómo se logra agilizar todos estos procesos? Con recursos. Hemos avanzando en políticas, pero ahora debemos invertir en recursos humanos y técnicos que permitan ejecutar el cambio con absoluta urgencia.

El segundo aspecto que está retrasando la implantación de las renovables en nuestro país -donde existen peticiones de conexión de proyectos por 170 GW, capacidad más de tres veces superior a la necesaria para cumplir las metas del PNIEC- es la falta de cohesión entre Gobierno central y gobiernos autonómicos y locales. Si las líneas generales están claras desde Moncloa y desde Bruselas, en muchas comunidades y municipios el sector se está encontrando trabas que impedirán cumplir los objetivos fijados y por tanto, ser energéticamente autosuficientes. Es el caso, por ejemplo, de la suspensión de licencias de obras a proyectos renovables aprobadas por varios ayuntamientos o de las moratorias y planes de ordenación de última hora de algunos gobiernos regionales.

En ocasiones, el motivo esgrimido para justificar estas trabas es la preferencia por proyectos de autoconsumo. Por supuesto, el autoconsumo es una fórmula que debe estar en el diseño del modelo energético que queremos, pero solo con autoconsumo es matemáticamente imposible lograr ya no abastecer a todo el país y su actividad económica con renovables para desplazar al gas, sino cumplir el actual objetivo del PNIEC de conseguir que un 42% del consumo final en 2030 proceda de fuentes renovables. Autoconsumo y participación ciudadana, por supuesto. ¿Suficiente? Matemáticamente imposible teniendo en cuenta la urgencia que manejamos, que nos obliga a cumplir objetivos en tiempo récord.

En resumen, nos ha ocurrido como a Pedro: el lobo ha llegado y nos ha destrozado. De nosotros depende impedir que vuelva a hacer de las suyas.